14 de mayo de 2008

La casa que no es mía, que no es tuya

En esta casa que no es mía,
que no es tuya,
vivimos desde antiguo.
Han sido largas las horas,
como ha sido grande la alegría
y el dolor de lo vivido.
Ahora que el tiempo se acaba,
que se nos escapa de las manos,
escucha el mar, escúchalo bien.
Trae ecos del pasado,
del niño que fui, del joven que leía ávido
la historia de un futuro soñado.
Llega hasta mí ese rumor,
que es de olas y fuego y viento,
de lágrimas y risas, de silencio y reproches.
Paseo por la playa y miro el mar,
el morir de las olas, cómo morimos,
cómo el tiempo es dulce y larga la espera.
Nada habrá, muy poco queda,
sólo tenemos las horas que vivimos
envueltos en el sosiego sin esperanza.
Hasta que me alcance el tiempo
déjame vivir aquí, en esta casa
que no es mía, que no es tuya.
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Carlos Maza

10 de mayo de 2008

La arena

Blanca, consumida por la alquimia y la sal,
tendida en su lecho virgen bajo las alas de la luna
deja caer su velo de novia
para cubrir al señor de los náufragos.
Y no olvides que también es mortaja.
Tortúrame, arena,
con el auto de fe del sol en la bahía,
arráncame frente al océano mi última confesión.
Labios sin dogma
al pie de la escollera de terribles piedras donde
el mar estalla.
Vienes de muy lejos como la sangre,
tu amor seduce ciertas almas,
giran en el viento,
asumen el temblor del cangrejo acosado en su cueva.
Tu tesoro son conchillas trizadas y tu leche es árida
como hueso. Despojos
de la sístole y la diástole del salvaje corazón marino.
Sedienta del agua que te castiga brilla como un
incendio
el oro de tus caderas de odalisca.
Tumba o promesa de grandes placeres de la
intemperie, pero tan pérfidamente
seductora
para que alguien, sobre tu superficie, reverberante y
unánime,
escriba con un dedo la palabra "adiós" y un nombre que
se borra.
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Enrique Molina

7 de mayo de 2008

Se oye de nuevo el mar

Desde hace muchas noches se oye de nuevo el mar,
leve, arriba y abajo, sobre la arena lisa.
Eco de una voz encerrada en la mente
que resurge del tiempo; y también este
lamento asiduo de gaviotas, o
pájaros de las torres, que abril
empuja hacia la llanura. Ya
estabas junto a mí con esa voz;
y quisiera que a ti también llegase,
ahora, de mí un eco de memoria,
como ese oscuro murmurar del mar.
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Salvatore Quasimodo