que estoy ya fondeado en la bahía.
Sin velas ni timón. La travesía
me ha roto en mil pedazos la armadura.
No navego. Mi suerte es insegura,
me amenazan las olas. Cada día,
intento soportar con alegría
esta triste y amarga desventura.
Ancorado en la mar. A sotavento.
Olvidado al final de la ensenada,
sin mástil, sin escudo ni bandera.
¡Qué triste bergantín! ¡Qué desaliento!
Naufragando en constante marejada,
y terminar podrida su madera.
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Alfonso Cabello
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