10 de diciembre de 2008

Horas de fiebre

¿Llorar...? No, no: sobre la amarga ola
rice copos la nevada espuma;
lleguen al labio con vibrante ritmo
el himno alegre, la canción nocturna.
Cuando el alma en sí misma se repliega
con hondo duelo y con letal angustia,
viene a turbar sus tristes soledades
el ruido intermitente de la lucha.
Riamos, pues; la vida, pobre loca
que va labrando sin cesar su tumba,
nos invita al placer; nuevo sarcasmo
con que la suerte ingrata nos insulta.
Surja radiante la esperanza hermosa,
que ya vendrán la gloria y la fortuna,
cuando la muerte nuestros ojos cierre;
cuando la tierra nuestros restos cubra.
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Luis Muñoz

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