cernido por la lluvia:
la playa solitaria
se sumerge en la bruma.
LLuvia del mediodía,
lluéveme bien adentro
hasta lavar el alma,
purifica mi aliento,
cuerpo de la palabra;
escucharé la ola
para hablar con la sangre
que sube de la sombra
de los días sin nadie.
Ya se rasga la hora
por la paz de la playa:
un bando de gaviotas
va a posarse en el agua.
Aire del mediodía,
tú que abres mis ojos,
dime de dónde vienen
esos días sin rostro
que ahora me devuelves;
dime qué final cierto
con tu luz nos anuncias,
dónde nace el deseo
que no se sacia nunca.
...........
Miguel Martinón
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